Los aditivos alimentarios

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Los aditivos son todas aquellas sustancias que se añaden a los alimentos con el objeto de intensificar aroma, color o sabor, prevenir cambios indeseables o, en general, modificar su aspecto físico. Aunque en general, la palabra aditivos tiene para nosotros connotaciones negativas, en muchos casos son necesarios, porque sin los conservantes, por ejemplo, no podríamos almacenar muchísimos productos.

¿Quieres saber qué tipos hay y cuales son sus ventajas y sus peligros?

Uno de los aditivos más necesarios son los conservantes, que sirven para mantener las cualidades nutritivas de los alimentos largo tiempo. Así, por ejemplo, los antioxidantes sirven para retrasar el proceso natural de oxidación, y se utilizan para esto algunos minerales y aminoácidos pero también dos sustenacias rodeadas de polémica (aunque no se ha llegado a ninguna conclusión sobre si son dañinas o no): el BHT y el BHA.

De todas formas, debes tener en cuenta que la regulación sobre los aditivos es rigurosa y que todas los aditivos legales han pasado por una supervisión. Además, no hay que identificar los aditivos como sustancias artificiales, ya que hay aditivos sintéticos pero también naturales (hoy en día se siguen usando conservantes naturales como el humo, la sal o el vinagre). De todas formas los aditivos naturales pueden ser malos para la salud (como los ahumados), mientras que los aditivos sintéticos muchas veces proceden de derivados de los propios alimentos.

Llevar conservantes no supone tener peores propiedades nutricionales, todo lo contrario. Si los alimentos se procesan rápidamente en el lugar de origen, utilizar conservantes permitirá que sus cualidades se conserven íntegras.

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Pero mientras los conservantes son necesarios, los colorantes son otra cuestión, ya que simplemente sirven para hacer más atractivo al producto. Aunque se han estudiado exhaustivamente los efectos de estas sustancias, la regulación varía según el país. La tartracina -o E-102-, prohibida en muchos países, es legal en España. Es criticada porque puede causar reacciones adversas a las personas alérgicas a la aspirina (a un 10% de ellas). Aunque la cifra es mínima, hay que tenerla en cuenta.

Otro tipo de aditivos son los potenciadores de sabor y los edulcorantes. Como sus nombres indican sirven para matizar el sabor de los alimentos, haciéndolo más intenso o dulce. Uno de los potenciadores de sabor más universal es la sal, adecuada en su justa medida, pero que puede traer graves consecuencias en exceso.

En cuanto a los edulcorantes, incluyen azúcares naturales, pero también artificiales como la sacarina o el aspartamo. Al igual que en el caso de la sal, es mejor comprar productos que no abusen de estas sustancias.

Además, existen muchos otros aditivos: humectantes (desecan los alimentos evitando agentes humectantes capaces de producir enfermedades), emulsivos (para mezclar agua y aceite), o aglutinantes (evitar que los productos se peguen unos a otros). Tras descubrirse que los aglutinantes se pueden acumular gradualmente en el sistema linfático se limitó el uso de estas sustancias, pero aún se utilizan en el chicle o la corteza no comestible de algunos quesos.

Todo el uso de aditivos está regulado y su consumo es seguro, pero conviene leer las etiquetas de los productos para priorizar el consumo de alimentos con menor cantidad de sustancias de este tipo. En particular, conviene evitar el consumo de alimentos con colorantes entre el E-210 y el E-2228, que se corresponden con benzoatos y sulfuros, especialmente peligrosos para asmáticos y para niños. También hay que controlar la cantidad de potenciadores de sabor y edulcorantes, así como recordar que los antioxidantes de E-310 a E-312 pueden dar problemas.

¿Controlas tu consumo de aditivos? ¿Sueles pensar que todo aditivo es negativo o sabes diferenciar los distintos tipos?

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